Te confieso que últimamente me obsesionan pequeñas cosas. Que mi trastorno no tiene remedio. Puedes llamarme loca.
Me obsesionan las miradas. Las vivas, la de aquella niña con cometa que paseando, vimos ayer. Las perdidas, la del anciano de cada mañana en su cigarro de las diez. Las tristes, las alegren, las que no tienen respuesta, las que dejan sin aliento, la tuya, la mía, las nuestras.
Me obsesiona el paso de los años. El cambio. Lo que nos cambió. Lo que seré, lo que será. El por qué no, los porque sí. Los que se marcharon para no volver y los que no quieren hacerlo. Los recuerdos que se agolpan en mi mente y se niegan a partir.
Me obsesionan un puñado de tonterías y sin razones. Llegar a la farola antes que aquel coche, o a la meta, antes de que lo hagas tú. Compulsivo. Inevitable. Como devolver una sonrisa. Como bostezar para imitarte. Me obsesiona el porqué de tantas cosas… ¿Por qué a mi el dulce y a ti el salado? ¿Por qué yo en este extremo del mundo y tú al otro lado? ¿Por qué tan imperfectamente perfectos? ¿Por qué una pizca de sal cambia el sabor? ¿Por qué una lágrima vacía un pecho tan cargado?
Me obsesionan los segundos. Por un par de ellos se marchó el tren sin ti o cogiste el autobús. No nos cruzamos en la calles de París o no lo hicieron nuestras miradas, esas de las que antes, obsesionada, hablaba. Por unos segundos no viste aquella escena en el café o te encontraste a un amigo en el avión. Tuvo ella un accidente o te libraste tú de él. Por un puñado te cambia la vida. Por sesenta a tu lado pagaría la lotería que tú perdiste cuando al bombo no le dieron tres más para girar otra vez.
Te confieso que me obsesionan mis arrebatos, las ganas de besarte cada dos por tres, los deseos incontrolados. Que me preocupa la pereza que me invade tras dormir catorce horas, el ansia de más cuando me ignoras.
Te confieso que a veces no sé si lo viví o lo inventé. Que en ocasiones controlo mis sueños, que me duermo con gafas para verlos mejor. Y créeme cuando te digo que no querrías saber hasta dónde viajo mientras parezco tranquila, que a veces mi vida en sueños también se convierte en obsesión.
Te confieso que la última vez que confesé mentí al cura. Que desde entonces vivo en pecado. Que a veces pienso a la gente desnuda. Que a veces me invento toda una vida a tu lado. Que me duermo en el sofá por las noches para alargar los días. Que todavía creo que con el corazón frío se piensa mejor y sin embargo, siempre actúo en caliente porque me encanta perder, aunque sea la razón.
Te confieso que confundo la cordura. Que hay días que sólo te amo hasta las dos. Qué hay mañanas que no sé quién soy al despertarme. Que mi trastorno no tiene remedio. Que puedes llamarme loca, ahora que te confieso mi obsesión.
Los pelos de punta! Enhorabuena guapa me ha encantado😊
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Qué ilusión leer algo así! Un beso fuerte y nos leemos por aquí!
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Comparto cada línea contigo… ¡Me ha encantado!!!!
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Mil gracias por comentar! Me alegro muchísimo de que te guste. Un beso!
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Puede que estés loca… pero no olvides que los locos no es que vivamos más, pero sí mejor. Que tu locura contagiosa hace que otros cuelguen la sonrisa y aparquen las malas pulgas de lunes.
Beso, loca
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«Los sordos siempre creen que los que bailan están locos»… que vivan los locos, y que las malas pulgas aparcadas también se pongan a bailar!!! Gracias por dejar tu comentario!
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