Esos desconocidos. Que atraviesan tu camino, y marchan, para no volver. Cambiaron de rumbo y de ritmo. Los viste por última vez. Esos desconocidos. De recuerdos y de olvido. De memorias maquilladas. De viajes coincidentes y parada equivocada. Ahora les escribo. Cuando ya no queda nada.
Querido desconocido,
Aún me pregunto, a veces, por qué te marchaste sin dejarme decirte adiós. Sé que nos despedimos, que hubo abrazos y promesas. Pero no esperaba un para siempre escondido en tus maletas.
Recuerdo pedirte un e-mail, un teléfono, alguna dirección. Para seguirte o reencontrarte. Hubiera sido suficiente un cuaderno dibujado con el mapa de proyectos que tenías por cumplir. Prometo que habría localizado las coordenadas de tu destino entre un mundo a garabatos. Prometo que hubiera buscado la manera de volver a reír por cualquier cosa, sin dejar a nadie más comprender nuestros motivos.
Pero te fuiste.
He perdido la manera de encontrarnos. Quizá podría montarme en un avión y aterrizarte frente a frente. Quizá podría recorrer recuerdos y atravesar fronteras para dar contigo. Jamás te encontraría. No me llames pesimista. Ya no eres. Ya no somos. Perdí el manual para entenderte con tu ausencia de respuestas. Se fué la química con la sopa de letras que dejamos sin completar.
Nos negamos.
Jamás quisimos reconocer que sería la última vez. Iré. Vendrás. El mundo es un pañuelo y la vida casualidad. Te buscaré. Me buscarás. En un cruce de caminos, nos dijimos, tomaremos de nuevo “un café para dos”. Si la suerte no está de nuestro lado, nos pasamos al suyo para evitar males mayores. Si las coincidencias no llevan nuestros nombres, compramos billetes de regreso al pasado.
Ilusos conscientes.
Querer ya no es poder. No se trata de la falta de recursos para volver a sentarme a tu lado. Es la imposibilidad de reiniciarnos para ser lo que fuimos esa vez. Ya no eres. Ya no soy. A la vuelta de la esquina donde nos perdimos de vista se quedó la vida que pudimos compartir. Ya no somos esos “viejos conocidos“, ya no hay forma de convertirnos en aquellas personas de nuevo. No recuerdo el momento en que se rompieron los lazos que juramos mantener. Pero ya no están. Te avisé. La experiencia me ha enseñado que con el tiempo se forma un grupo de personas del que no nos hablan en la escuela. “Viejos desconocidos”. No volverá lo que recordamos que eran, pero lo que fueron dejó tanta huella… que a veces, sólo a veces, pagaríamos en tiempo para poder recuperar los momentos pasados. Ya te lo dije en aquella ocasión, el tiempo es la moneda más cara. Y aún así, yo hoy, compraría con ella el encontrarte, tan sólo una vez más.
Wonky
Vaya… me has hecho pensar en mucha gente, en muchas caras, en muchas personas que quedaron en la cuneta… Quizá algún día me las vuelva a cruzar, quizá no, pero ha sido agradable recordarlos. Gracias.
bess
Fer
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Mil gracias a ti por tu comentario Fer. Yo también pensé en mucha gente al escribirlo… Un beso!
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El tiempo es la moneda más cara. Por eso lo interesante es invertirla bien. Porque la felicidad no tiene precio y esos mismos desconocidos son fruto y resultado de creer en ella en cualquier rincón de la vida. Gracias por recordarlos, se lo merecen por hacernos sentir vivos.
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